lunes, 24 de febrero de 2014
Escritura Automática 97
Cogí esa bolsa de plástico y empecé a correr.Cuando pensé que era el momento, la dejé ir, esperando que el viento hiciera el resto. Torpemente, el trozo de plástico, con el emblema de "Dia%", se deslizó hacia arriba, elaborando un extraño ballet entre torpe, delicado, sugestivo y decadente.
Pocas veces soñaba que volaba, y las pocas cosas que recuerdo de esos sueños esporádicos, se asemejaban a aquella bolsa, esa misma sensación, como libre y temerario a la vez.
Caía una pequeña lluvia, sin avisar, silenciosa, como alguien que te va a dar una sorpresa y camina a hurtadillas. Las gotas caían tímidas, sobre mi rostro despierto, mis pasos se aceleraron, la lluvia no me molestaba en absoluto, de echo, esa aceleración estaba ligada a un extraño entusiasmo aun por descifrar.
Mas tarde, mis convicciones se materializaron en la obsesiva idea de acabar con ella.
Anduve mas de una hora con aquella idea clavada en medio de mi espalda, como una flecha errada de Eros, mi mirada se enturbio y solo veía islas de luz que daban vueltas y vueltas en un mar de oscuridad.
Hasta que choqué contra un árbol.Violentamente.Como un saco de cemento.Plas! Mis manos no pudieron ni reaccionar. Tenia un profundo dolor en medio de mi cara. Podía saborear el óxido de mi sangre que caía abundante de mi nariz.Desorientado, parecía feliz, allí, en el suelo, como una tortuga boca arriba agitando las patas en cámara lenta.Abandoné, por un momento, la idea de acabar con ella.. Necesitaba un shock
A veces los cambios te dan la sensación de pérdida.Los rechazas. Y con reflexión y tiempo, esa puerta entreabierta, da un nuevo sentido a tu diminuta existencia.Mi aparatoso punto y aparte, me dejó inoperativo durante unos minutos, en los que, tres personas me miraban paralizadas a lo lejos, señalando uno de ellos, el de mas a la izquierda, con su huesudo brazo, el héroe de la tarde, el árbol platanero de ciudad, una tremenda vulgaridad rellena de savia, que en primavera se empeña en generar unas pelotas asquerosas que te irritan la nariz, y que en otras circunstancias, se planta en medio de tu camino y se interpone en el florecer de tus instintos mas recónditos.
Contemplaba, aun medio aturdido, la puerta entreabierta, que se balanceaba con la dulce brisa de otoño, la que lleva esa fragancia de humedad vegetal mezclada con tierra, decidí dejar de mirar timidamente, y abrir la puerta, aunque aquello, suponía quedarme desnudo ante lo desconocido.
La lluvia había amainado.Finalmente pude reincorporarme y recupere la dignidad que consigues al sostenerte en pie.Los transeúntes, a lo lejos, hicieron un patético amago de aplaudir, pero finalmente desaparecieron, entrando de nuevo en el bar, donde les esperaban sus copas entibiadas por la demora.
Cada paso que daba, parecía que todo se moviera como un barco..Desde que traspasé la puerta, nada me resultaba familiar. Ni mi calle, ni mi casa, ni lo que veia por las ventanas y bajo las puertas.
Entré en aquel extraño invernadero, donde nadie me esperaba. Mis ojos se dilataron como espejos victorianos, aparté cuidadosamente la escarcha acumulada en mi piel, adopté una cómoda posición recostado en un mullido sillón que no recordaba tener.
Empezaba la fase de pupación
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