miércoles, 6 de marzo de 2013
Siempre es mejor mirar al suelo
Colgué el teléfono cincuenta veces. Repasé los informes, envié mas de dos cientos mails, me aseguré que las citas y reuniones estaban cerradas en los días y horas correspondientes. Sonreí al responsable, al jefe de sección con una cara de falsedad sin escrúpulos, moví el pie bajo la mesa durante mas de seis horas, me balanceé en mi silla, como si fuera una hamaca rígida, consulté precios de un viaje inexistente pero formidable, me explicaron problemas de divorcios y amantes problemáticos, de niños llorones, de niños enfermos, de suegras malnacidas, de recetas de pollo al horno mal cocinadas, de desaprobaciones familiares en la mesa, de lloros ofuscados en la cocina, .. Sorbiendo un café de maquina insulso, sin espuma con sucedáneo de leche, bajando por mi esófago como causante probable de evacuaciones urgentes y apresuradas en el peor momento. Asentí con la cabeza, encogí los hombros, consolé con un apretón de manos, sonreí con una mueca a medias…..una mierda de día, otra mierda de día, calcado a los cien anteriores, una misma obra de teatro de representación diaria, con actores maquinales y papeles secundarios repartidos sin gracia. Al llegar la hora de salir, mis piernas se tensaron y me apresuré a ponerme la chaqueta y emitir un tímido “adios” de despedida , nunca decía “hasta mañana” estaba claro que nos volveríamos a ver, tenía ganada la reputación de serio, seco , callado, extraño, pero todos esos adjetivos en aquel ambiente, me daban completamente igual.
Me abroché la chaqueta, hacía un viento terrible que mecía los árboles hasta el punto de querer arrancarlos. Obté por ir en metro, tenía molestias en el cuello y al día siguiente me tocaba exponer en una reunión, los pros de nuestro servicio frente a las propuestas mas económicas de nuestros adversarios checos. Prefería un fusilamiento Las hojas y bolsas de plástico volaban en danzas orientales, circulares, hipnóticas, hombres y mujeres se cogían del cuello de sus camisas y blusas como si quisieran convertirlos en bufandas confortables, cerraban los ojos y encogían sus caras en gestos de frío. Mis andares eran empujados por el viento, acelerando mi paso y haciéndome frenar a cada momento, con la punta de mis pies. Cuando entré en el metro sentí un pequeño alivio. Tenía la cabeza atontada y la cara fría, los labios cortados, (me había dejado el protector labial en casa, en el bolsillo del abrigo), mis manos estaban como inertes, torpes, como tenazas sin fuerza. Marqué mi billete y me crucé con decenas de personas dispuestas a enfrentarse al exterior, sus caras representaban la angustia y el drama mientras sus manos cerraban cremalleras, abrochaban botones, enrollaban bufandas, ajustaban gorros, sacaban guantes…. Faltaban 5 minutos para que llegara el metro. Odiaba las esperas en los andenes. No aguantaba el hilo musical, repetitivo, de tan mal gusto, era depresivo, desmoralizante, una banda sonora atribuida a nuestra rutina. Me quedé mirando un anuncio donde salía un hindú cabreado con un cigarrillo roto entre sus dedos, supuestamente ibas a esa clínica y dejabas de fumar, aunque no inspiraba ninguna confianza. Al poco rato de abortar mis esperanzas de dejar de fumar, apareció el metro, me situé hacia la mitad, donde suelen haber sitios libres, y pude comprobar mirando por las ventanillas, la existencia de algunos huecos vacíos. Me acomodé y mire hacia el suelo, mirar al suelo y a la ventanilla, eran mis pasatiempos favoritos, con música era distinto, pero me olvidé el reproductor (estaba en el otro bolsillo de mi otro abrigo, justo al lado del protector labial).
En el suelo habían algunos papeles, un chicle pegado de fresa y encontré unos zapatos de tacón negros charol, brillantes, acabados en punta, dentro se calzaban unas piernas abrigadas con unas medias de rejilla negra, los gemelos estaban bien torneados e invitaban a seguir la inspección ocular, como mínimo hasta la rodilla. En su gemelo izquierdo, se intuía un pequeño tatuaje, eran como dos letras o signos, dos pequeños puntos paralelos, sin mas, quizá no se trataba de un tatuaje, parecía mas bien dos picadas de mosquito, la rejilla de sus medias me impidieron recalar en exactitud ese detalle. Sus piernas continuaban en unos muslos generosos, sin ser demasiado gruesos, victimas de algún tipo de ejercicio aeróbico, que se escondían en una mini falda oficinista gris. Llegado a este punto, disimulé mirando un rato por la ventanilla, donde pude verla reflejada charlando desenfadadamente con su amiga, cruzando las piernas y gesticulando sus manos, mientras relataba detalles de un congreso donde acababan de salir. Al girar la cabeza de nuevo, enfoqué mis ojos en sus pechos, bien colocados, en armonía con sus piernas, los tres botones desabrochados de su camisa blanca, me permitieron observar un cuello blanquecino, fino con una vena hinchada latiente, que palpitaba a cada carcajada, su pelo negro y alborotado supuestamente con espuma moldeadora, dejaban al descubierto unas pequeñas orejas sin ornamentación, seguidas de unos pómulos marcados, en una cara nacarinada, salpicada de pequeñas pecas grisáceas, casi translúcidas, labios rojizos, brillantes, que esbozaron una sonrisa cuando mis ojos chocaron en un accidente de tráfico ocular contra los suyos , una mezcla de marrón pálido, casi amarillo, con unas pupilas negras contrastadas. En ese segundo o dos, sentí un fervor por dentro, mi nuca experimentó un escalofrío, que rápidamente encogió mi cuerpo y lo devolvió a su postura original de mira suelos.
Ella continuaba charlando con su amiga, a la que ni siquiera me había detenido a contemplar, debía estar muy acostumbrada a que la miraran, y por supuesto, a contestar con una sonrisa amable, debía ser algún tipo de secretaría congresista. Mirando al suelo me sentía mejor, intentaba disimular mi rubor cruzando los brazos, moviendo los pies, balanceándolos de arriba a abajo. Sus voces sonaban lejanas, como metidas en un lavabo, me estaba mareando, empecé a sudar y a perder la nitidez en mi mirada, el vagón se tornó translúcido, como las ventanas salpicadas en los días de lluvia Notaba una fuerte presión en el pecho, y una extraña caricia recorrió mi cuello, como una lengua áspera, puntiaguda, que seguía la vena, mi pulso...intenté enfocar mi mirada….al levantar la cabeza, la ví hablar con su amiga como si nada, pero sabía que me estaba mirando, su amiga era solo un pretexto, un gancho….. Me pareció como si su cabeza se desdoblara, una de ellas seguía hablando y la otra se giró hacia a mi. Abriendo sus ojos color miel, luciendo una pupila vertical preciosa.Sin quererlo, empalmé, febrilmente, sin deseo, como algo físico involuntario. La cabeza me dolía, respiraba cada vez con mas dificultad. Ella cambio la pierna de lado, su amiga también, como un ejercicio de natación sincronizada. Entré una especie de abismo……inicié un híbrido de desmayo acompañado de una eyaculación que no parecía querer acabar, mis ojos se desconectaron y me deslicé lentamente hacia la ventanilla, donde mi cabeza se recostó . Ellas se levantaron , gráciles y divertidas, parecían estar en constante compenetación Se alejaron, contorneando sus bonitas piernas, y mis pupilas fundidas, siguiendo torpemente, las marcas de sus muslos, entre la rejilla, y el blanco, que se come los colores, la luz...agotadora, el arrancar del metro, el anuncio robótico de la próxima parada, las prisas de la gente, la apatía de la gente, las puertas que se abren, ininteligibles murmullos......
No hay comentarios:
Publicar un comentario