miércoles, 11 de enero de 2012

Escritura automática 69


Desperté. El sueño como siempre, era entre desagradable y ridículo. Era una versión incomoda y exagerada de mi realidad diminuta. Puse, con inmensa apatía, la radio y empecé el ritual de cada mañana.
Me desnudé lentamente, y envolví mi cuerpo con cinta aislante, luego bajé a la calle y empecé a perseguir a los niños hasta hacerlos llorar. Todo ese miedo era el alimento que necesitaba. Sin duda una dieta rica en vitaminas.

Posteriormente, aparecieron todos los propósitos que uno a lo largo de su vida, cree que ha de hacer, pero que nunca realiza. La bicicleta estática me miraba irónicamente y los libros de alimentación equilibrada gritaban mi nombre, levantando nubes de polvo.

El coche se alejó rápidamente, me veía difuminado en una niebla pardusca, mi cinta aislante, dejó de brillar.

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