martes, 1 de enero de 2013

Escritura Automática 87



En la superficie del vaso flotaban un par de hielos minúsculos. Fuera llovía, pero seguía persistentemente el calor claustrofóbico de una especie de clima tropical bastardo.
Decidí ducharme, no quería moverme de allí...abrí el grifo y empezó a salir agua marrón

Dejé correr el agua durante un rato, finalmente recobró el aspecto idóneo. Abrí el botiquín y me tome dos transiliums. No había manera de dormir.Adopté una forzada posición horizontal y traté de relajarme un poco.
El silencio aparente me reveló un nervioso repiqueteo de gotas de agua.... arrítmicas.... enfermizas...dejé el grifo mal cerrado...
Mi cabeza empezó a fabricar un brutal collage de percusiones acuáticas, mezcladas con la peor de mis obsesiones: gota-su cara girada, gota-arañazos en la espalda, gota silencio interminable bajo su mirada baja, gota coño, gota piernas, gota sangre en mis labios, gota portazo.... cada percusión tensaba un nuevo músculo de mi cuerpo. El trópico bastardo hacia sudar hasta las paredes.

Las vibraciones graves empezaron a subir los watios, la presión sonora era tan extrema, que casi no podía respirar... me vinieron arcadas, como si manos envueltas en guantes de fregar platos de color rosa, me urgaran por dentro. No tardé en vomitar un espeso fluido blanquecino, me dolía el estomago, los guantes rosas habían desaparecido, ahora una especie de lava me quemaba por dentro.
Fui de nuevo al baño, cogí un vaso con la misión de apagar aquel magma enfermizo que me mantenía cabizbajo y tenso.Abrí el grifo, el agua salía marrón.

Arrugué la cara en señal de desaprovación, como un boceto sin éxito saliendo de una olivetti 300, dejé el grifo abierto y salí de casa, con porte de jorobado, sujetando mi vientre con una o dos manos, bajando torpemente las escaleras y saludando a los vecinos con mis cejas y una forzada sonrisa que mas que transmitir cordialidad, transmitía clemencia.
Una vez en la calle, busqué una de las pocas cabinas que quedaban en pie, era roja, similar a las de Londres, una especie de atracción turística que el restaurante " Cambridge" decidió instalar en su entrada.
Cuando saqué las monedas y estaba marcando el número de Leyla, empecé de nuevo a vomitar, mis piernas temblaban y mi cara lucía una palidez enfermiza que no acabó de disgustarme del todo.
El teléfono dio señal, hasta que contestó su gato:"Leyla no va a venir hoy, se fue a primera hora y me ha dejado los platos llenos de comida, o sea que puede que en dos días o tres regrese", era un gato de pocas palabras y colgó a la que presintió mas preguntas.
De nuevo estaba jodido.

Volví a casa lentamente, como una boa constrictor, haciendo eses anchas y espaciadas.Mis manos como cinturón , sujetaban mi vientre volcanizado. Tenia un sabor de boca espantoso, como aquel día que prové mascar tabaco.
Volví a casa, el trayecto en aquel estrecho ascensor me noqueó un poco mas.Abrí la puerta en dos giros ágiles de muñeca, el grifo seguía abierto. Metí la cabeza debajo del agua transparente y me quedé allí un buen rato, respirando, escupiendo bilis, frotando con mis manos mi cara angosta, derrotada y sin luz.
Caí con rotundidad en la cama, y me quedé en esa posición de caída eterna, sin moverme ni un milímetro. Cerré los ojos como ventanillas manuales de peugeot 504, decidí no pensar en consecuencias ni desenlaces.


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