La cafetera dio su señal de ebullición y eyaculó vapor frenéticamente. El aroma impregnó la pequeña cocina aceitosa, se acercó con torpes movimientos vacilantes y la cogió con dificultad.
Se sirvió un generoso café sin azúcar, que logró abrir un poco mas, sus pequeños ojos de precipicio verde.
Un verde poco común, era uno de esos colores imposibles de encontrar en la tabla. Demasiado mutante, demasiado intenso, hay cosas en este mundo que te alteran en exceso, te marcan para siempre, aunque se conviertan en una insignificante sombra del pasado.
Bajó a la calle nervioso, con el paso traspuesto, ignoró a dos amistades que le saludaron afectuosamente, como un coche veloz en la autopista.
Su corazón parecía querer salir por el bolsillo de su camisa, sus ojos se agrandaron, en la esquina encontró lo que necesitaba
Solía mirar de forma intensa, las paredes blancas, a modo global inspiraban uniformidad, pero….al acercarse veía un sinfín de irregularidades, formas, pequeñas grietas….ese submundo era el reflejo de su interior.
Escogió tres gestos de su catálogo de humanidad, el exterior se lo exigía, disfrutó de una tarde de sol radiante, su paseo sin compañía le condujo a una inmensidad desconocida.
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